Miranda se sentía mal en la capital francesa. La policía lo vigilaba por orden del rey Carlos IV de España. El 18 de junio estaba en Londres donde permanecería 3 años. Es ahí donde Miranda iba a establecer de manera precisa su plan de liberación de la América española.
William Pitt estaba al poder y recibió favorablemente el proyecto de Miranda. Pero la convención de Notka puso fin a las tensiones entre España e Inglaterra y William Pitt no pudo dar curso a este proyecto.
En marzo de 1792, Miranda regresó a París. En poco tiempo tenía ya sus entradas en los salones revolucionarios de la capital.
El 10 de agosto de 1792, la revolución francesa estaba en peligro. Charles François Dumouriez, general en jefe de la Armada del Norte, fue enviado a la Lorena (Lorraine) para obstruir la ruta a los federados que amenazaban destruir la capital.
El 28 de agosto, se ofreció a Miranda el rango de general de brigada en la armada de Dumouriez. El 11 de septiembre se reunió con la Armada del Norte en Argonne. En Valmy, el genio militar de Miranda permitió a Dumouriez vencer a las tropas de Brunswick. Francia estaba salvada de la invasión. Francisco Miranda fue elevado al grado de Lugarteniente General.
La América española era uno de los objetivos de la revolución francesa. Los Girondinos conocían los planes de Miranda y le propusieron una intervención en Santo Domingo. Pero el venezolano la rechazó y prosiguió sus hazañas militares al lado de Dumouriez.
El 21 de enero de 1793, la cabeza de Luis XVI cayó bajo la guillotina. Las monarquías europeas se ofuscaron y se reunieron en el campo de Austria y de Prusia. Dumouriez quería jugar los primeros roles en París pero Miranda no le acordó su apoyo. En la víspera de la batalla de Neerwinden Dumouriez intentó desacreditar al general venezolano confiándole el comando del ala izquierda de su armada, mientras que sabía que el enemigo sería mucho más fuerte.
La derrota era inevitable y tendría consecuencias desastrosas. Las fuerzas francesas debieron evacuar Bélgica. Pero Miranda no fue acusado de este revés porque poseía órdenes escritas por Dumouriez. Delante del Tribunal revolucionario, Miranda demostró que no era en nada responsable de la derrota de Neerwinden.
Pero Francisco Miranda pasaría un cuarto de su estancia en Francia en prisión. Durante el Terror, sus amigos fueron guillotinados. Robespierre subió al cadalso, seguido de Fouquier-Tinville. Miranda esperaba su turno. Pero en enero de 1795, los Girondinos retomaron el poder y Miranda fue liberado.
En el mes de julio, Francisco Miranda reanudó con Bonaparte relaciones comenzadas en los salones de Julie Telma. Ambos soñaban una misma república, la de Platón, corregida y adaptada por Roma. Pero así como Bonaparte iba rápidamente a trepar escalones, se intentó separar a Miranda de la escena política. Se lo acusaba de todos los complots y en 1798 tomó un barco danés en Calais y se refugió en Inglaterra.
En Londres era esperado por William Pitt, feliz de recibir noticias frescas sobre los preparativos de Bonaparte para invadir Inglaterra. Pero Miranda prefirió hablar de las colonias españolas de América. Qué importaba! William Pitt quería servirse de Miranda para alcanzar Francia, y la independencia sudamericana, un medio para lograrlo.
En 1802, Bonaparte fue nombrado Cónsul de por vida. William Pitt abandonó el poder y Francisco Miranda se encontraba frente a un nuevo primer ministro, Sir Henry Addington.
Bonaparte facilitó la vuelta a Francia de su antiguo camarada político, pero rápidamente lo abandonó entre las garras de Fouché. Una vez más, Miranda se encontraba en prisión. Se lo acusaba de haber fomentado un atentado contra Bonaparte mismo. Pero sus relaciones le permitieron salir. Con un pasaporte para Holanda, Francisco Miranda dio la espalda definitivamente a Francia.
Convencido de que Francia no lo ayudaría jamás en su proyecto, se volvió resueltamente hacia Inglaterra. Entre 1802 y 1805 puso a punto el plan de la expedición militar y los principios de la futura Constitución. Una federación en la cual el poder ejecutivo estaría en manos de dos "Incas", análogos a los cónsules romanos. La capital se llamaría Colón y estaría situada en el centro del itsmo de Panamá. La República colombiana se inspiraría en los principios romanos, las costumbres indias y ciertas reglas del Derecho español. Así el orden ocupaba un gran lugar en su constitución. Asqueado por revoluciones ciegas y regímenes improvisados, Miranda no quería dejar nada librado al azar.
Pero para fundar la Gran Colombia había que hacer la guerra. Desde hacía mucho tiempo el plan de invasión de Miranda estaba trazado. Tanto al nivel militar como a nivel político todo estaba minuciosamente calculado. Pero el apoyo de los ingleses al proyecto de Miranda variaba en función del desarollo de la política franco-británica.
Al momento en que Bonaparte devenía Napoléon, Francisco Miranda esposó a Sarah Andrews y redactó su testamento. Exasperado por la impasibilidad de los ingleses, el venezolano comprendió que no había nada que esperar del gobierno de Su Majestad. Él debía prescindir de su apoyo. Miranda recibió mientras tanto subsidios financieros de parte de banqueros y se embarcó para New York.
En los Estados Unidos, sus viejos amigos lo recibieron calurosamente y lo pusieron en contacto con el presidente Jefferson. Pero no obtuvo las finanzas descontadas y no pudo conseguir más que un solo navío, el Leander, para su empresa. El material de guerra era bastante importante: 18 cañones, 5000 picas, 300 pares de pistolas, 50 carabinas, 1500 fusiles, 2000 espadas, pólvora y balas. La tripulación comprendía 192 hombres reclutados en los suburbios de New York.
Esto parece bien poco, pero Miranda tenía confianza. En la rada de Jacmel, Haití, abajo en los pergaminos, él firmaba: " Don Francisco de Miranda, Comandante supremo de la Armada Colombiana."
El 12 de marzo de 1806 fue un gran día: Marcó la primera fecha de la Colombia, inventada por Miranda, fundada por Bolívar, y que sería la de América del Sur. La bandera azul, amarilla y roja diseñada por Miranda flotaba sobre el palo mayor del navío.
Pero en Jacmel, el buque de guerra que le habían prometido no acudió a la cita. Los refuerzos venidos de las Antillas británicas no vendrían más. Pero Miranda no quería esperar más. El 27 de marzo dejó Jacmel escoltado por dos pequeñas goletas.
El 27 de abril, a lo largo de Puerto Cabello dos barcos extraños fueron señalados. Eran dos navíos españoles: el Argos y la Celosa. Al día siguiente, los buques españoles entablaron el combate. Rápidamente las goletas fueron vencidas y Miranda debió alejarse con el Leander. Los prisioneros de las tripulaciones vencidas fueron azotados, ciertos decapitados y se le puso precio a la cabeza de Miranda: treinta mil dólares.
Después de haber hecho un descanso algún tiempo en las Barbados, Miranda desembarcó en Trinidad. Quería siempre invadir la Tierra Firme. Miranda intentó una vez más convencer a los ingleses a cambio de arreglos comerciales.
El 25 de julio, la flota era esta vez más imponente: El Leander, dos navíos mercantes y siete navíos de la marina inglesa levaron anclas en Trinidad.
El 3 de agosto, una primera división logró desembarcar en La Vela de Coro. Los españoles huyeron, sorprendidos por lo repentino de las operaciones. Llegado a La Vela de Coro, el primer gesto de Miranda fue de izar los colores de la Colombia sobre los monumentos públicos.
Pero Francisco Miranda no encontró el apoyo esperado entre la población. Los postigos estaban cerrados, los hombres se habían unido a la armada española y las mujeres se escondían mirando con desprecio a ese venezolano expatriado a la cabeza de unos mercenarios que no hablaban español. Sólo algunos indios armados de arcos y flechas parecían querer seguir a Miranda en su empresa.
El 13 de agosto, frente a la amenaza del acercamiento de tropas españolas, Miranda decidió evacuar La Vela de Coro y volvió a Trinidad. El resultado era amargo: Muchos hombres habían sido matados, el Leander estaba en piezas y Miranda cubierto de deudas.
En 1810, los franceses y los ingleses se enfrentaban sobre territorio español. El deterioro del poder central animó la rebelión de las colonias. El Cabildo de Caracas se proclamó Junta Ejecutiva. En seguida, todas las colonias españolas hicieron lo mismo. Sin embargo, no se trataba de romper con la Madre Patria sino de salvaguardar los derechos del Rey Fernando VII, prisionero en Bayona por Napoléon. Uno de los embajadores de la Junta de Caracas iba a destacarse. Se trataba del joven Simón Bolívar.
Después de un año de residencia en Trinidad, Miranda había vuelto a Londres y sus ideas de revuelta agradaron a los amigos de la libertad. Miranda fundó y publicó un diario, el Colombiano, que difundía en todas las colonias españolas su mensaje de independencia y liberación de la América del Sur. Ideas que comenzaron a despertar a los adormecidos criollos.
La junta de Caracas decidió entonces elegir por jefe a quien encarnaba desde hacía 30 años la lucha por la libertad. Miranda regresó entonces a Caracas en 1810 donde recibió, al lado de Bolívar, los homenajes del pueblo venezolano.
Al mismo tiempo, en Buenos Aires, Bogotá, Santiago de Chile, México, juntas independentistas se constituyeron. El Imperio español se desmoronaba por todas partes.
A los sesenta años, Miranda intentó probar que no había perdido nada de sus virtudes militares y obtuvo una brillante victoria contra las tropas realistas reunidas en Valencia. Seis meses más tarde, la Constitución que había imaginado Miranda era votada. La bandera que había sido izada en el palo del Leander era adoptada como emblema nacional.
Después de haber tenido todos los poderes, Miranda se encontraba simple diputado. Pero se sometió al juego democrático y forzó la admiración por su desinterés. Aunque no permaneció mucho tiempo en la sombra. Vice-presidente del Congreso, se dedicó a hacer aplicar la Constitución: Prohibición de la trata de negros, abolición de privilegios, etc.…
Pero los realistas no se reconocían vencidos. Dirigidos por Monteverde, decidieron marchar de nuevo sobre Caracas cuando, el jueves santo de 1812, un temblor de tierra asoló la capital y una gran parte del país. Desorganizadas, las tropas republicanas no lograron contener a los realistas que habían aprovechado la ocasión. Una vez más, se dio confianza a Miranda nombrándolo general en jefe y atribuyéndole todos los poderes.
Miranda confió a Bolívar la defensa de Puerto Cabello, última muralla antes de Caracas. Pero Miranda no llegó a motivar a una población aterrorizada, y subordinados indisciplinados.
Ante el asombro de todos, Bolívar abandonó el lugar a los españoles sin oponer resistencia. El 29 de julio, los realistas penetraron en Caracas y Miranda se aprestó a salir en exilio a bordo de un navío inglés.
Los republicanos cargaban sus cosas sobre el puente del navío mientras que Simón Bolívar insultaba a lo lejos a Francisco Miranda, reprochándole su capitulación. El 31 de julio de 1812, al alba, golpearon a la puerta de la casa donde Miranda quería pasar su última noche sobre suelo venezolano. Bolívar y varios conjurados habían venido para aprisionarlo y dejarlo a los españoles.
Encerrado algún tiempo en un fuerte de Puerto Cabello, Francisco Miranda fue transferido a Puerto Rico, después a Cádiz donde fue encarcelado en el Castillo de las Siete Torres.
Monteverde fue nombrado capitán general de Venezuela, y Bolívar pudo dejar el país gracias al pasaporte expedido por los españoles.
España por fin recuperó su presa. Miranda intentó aún escapar a su suerte. Contactó a sus amigos de Londres pero sus carceleros hacían buena guardia. Después su salud se alteró; cayó enfermo de escorbuto... El 25 de marzo de 1816, Francisco Miranda fue afectado de una congestión cerebral. Se le transportó al hospital, pero su estado se agravó.
El 14 de julio de 1816, a la una y cinco de la mañana, el "precursor" de la independencia sudamericana daba su último suspiro. Bonaparte diría de él: " Es un Don Quijote, con la diferencia de que no está loco… él tiene fuego sagrado en el alma."
N.B. La fuente principal de estos textos proviene de la obra de Jean Descola, "Les Libertadors" de ediciones Fayard.
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